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lunes, 8 de octubre de 2012

¿Misión imposible?


Quizás lo más difícil de plasmar mis ideas en este papel sea que tengo tantas que no sé por cual empezar. La mayoría de la gente, creo, en el fondo busca encontrar lo mismo. Por muchos rodeos que demos, por muchas opiniones que se den, la gente realmente busca vivir tranquila y en paz. Pero, personalmente, me da la sensación de que se confunde “vivir en paz” con “vivir sin problemas”, es decir, la gente vive unos escasos momentos de paz en su vida cuando sus problemas han cesado de forma temporal. O lo que es aún peor, se busca evadirse de la realidad y de los problemas – quizás buscando esa paz – en el fondo de una botella de alcohol o en los polvos mágicos llamados drogas.

Ciertamente la vida empuja con una fuerza exagerada, mayor que la de las olas del mar en plena tormenta, pero eso no significa que el ser humano deba rendirse. De hecho rendirse no es opcional, desde que nacemos hasta que morimos estamos en una constante lucha. La vida es una constante lucha, transformación, altibajos, ganancias y pérdidas. Básicamente podemos decir que lo único constante en esta vida es la falta de constancia. Por ello, la paz y la tranquilidad que todos deseamos no se debe buscar en la vida, en lo terrenal, en lo cambiante.

He tenido la ocasión de leer y escuchar algo sobre las doctrinas materialistas, y en una de esas ocasiones un compañero me habló de un filósofo de esa corriente que en su lecho de muerte deseó ser como los creyentes ya que seguramente afrontaría la muerte de una manera más pacífica y con más fuerza. Esto llenó mi cabeza de pensamientos y me pregunté: ¿qué es lo que les da fuerza a los creyentes para afrontar la muerte? Descubrí que, al contrario que los materialistas, las personas creyentes encontraban la paz, la fuerza, la paciencia, el empuje que necesitan para vivir en una fuente infinita e inmutable: Dios. Aquellas personas que en momentos de necesidad depositan sus esperanzas en Él, y que cuando les va bien son agradecidos, son las que consiguen un estado de paz interior permanente que les ayuda a afrontar el empuje de esta vida.

Esto, llevado a la práctica, puede sonar ficticio o imposible, pero realmente es algo fácil de llevar a cabo ya sea de forma individual o colectiva. Es importante no dejarse llevar por los tópicos o por las personas que aseguran encontrar la paz en una vida ajetreada y sin verdadero rumbo. Los problemas pueden desvanecerse, quedarse pequeños ante un paisaje inmenso y liberador: una puesta de sol, la vista desde la cima de una montaña, una noche de brisa cálida con la luna llena…

            A todos se nos ha asignado una carga para llevar en esta vida. Podemos vivir quejándonos de esa carga, o luchar para poder llevarla con dignidad y con fuerza.

#ClavesDelPensamientoActual

miércoles, 3 de octubre de 2012

El despertar



            Cuando miro atrás, que lo hago frecuentemente, y analizo mi vida, encuentro que definitivamente existió un momento en el que la vida rompió las puertas de un sueño que llevaba durando demasiado tiempo. ¿Era feliz entonces? Indudablemente era una felicidad equiparable a la de un morador del desierto que se alegra de ver el espejismo de un oasis: totalmente vacía. Me viene a la cabeza la película “Matrix”, y creo que en cierto modo refleja de una manera sencilla y precisa la sociedad en la cual vivimos: la gente está cada vez más enamorada de los placeres mundanos, vive felizmente anestesiada ya que no siente dolor ni se sobresalta. He hecho referencia a “Matrix” porque realmente hay algo que la gente no está dispuesta a conocer: su misión. El protagonista Neo descubrió que su misión era la de salvar a los humanos de las máquinas, y despertó de su burbuja; el mundo terrenal pasó a ser algo totalmente insignificante.

            “Los dos días más importantes de tu vida son el día que naces... y el día que descubres por qué” (Mark Twain), esta es una cita que debería hacer al mundo reflexionar: ¿para qué he nacido? Indudablemente no hemos sido creados para ser meras marionetas de la sociedad o esclavos de ideologías vacías; tenemos que descubrir qué podemos hacer por nosotros mismos y el mundo, y la herramienta para ello es el acto y el hábito de pensar.

            La figura del pensador ya no es lo que era. Antes tenía un papel más que merecido en la sociedad, mientras que hoy en día pensar se ha convertido en una actividad antigua y sin ningún reconocimiento. Esto sólo a nivel social. A nivel personal es exponencialmente más satisfactoria, puesto que para pensar se debe hacer la mejor venta de todas: vender el mundo para ganarse uno a sí mismo. Cuantas historias magníficas hemos escuchado o leído, de personas que en esencia hicieron esa venta. En cambio ahora triunfan las historias de las vidas vacías de personas que han dado sentido a su vida con los placeres mundanos. Se ha dicho “adiós” a lo trascendente, se ha tapado el firmamento con rascacielos y vicios, se han encadenado los pensamientos y ahogado los sentimientos puros.

            Me di cuenta hace tiempo de que el ser humano nace con una semilla en su corazón, que llama a lo infinito, es insaciable y exigente. Tratar de calmar esa hambre con cualquier cosa que podamos encontrar en el mundo terrenal no es suficiente. De ahí nacen los vicios, los malos hábitos: de querer saciarse inútilmente. No se le debe dar agua al hambriento ni comida al sediento, y en general se comete el grave error de cuidar el cuerpo y dejar de lado el alma. Pienso que si todos nos diéramos cuenta de que somos algo más que huesos y carne, el mundo y el propio ser humano adquirirían un valor diferente, mejor; si adquirimos como prototipo a las personas que cambiaron el mundo – sobre todo los profetas –, podríamos utilizar el pensamiento como herramienta para hacer de este un mundo mejor, y saciar el alma con la infinidad del Creador.

El mundo es un reflejo de las ideas. Las ideas se forjan pensando

#ClavesDelPensamientoActual

miércoles, 22 de agosto de 2012

Renacer

            “Y aquí me encuentro, una vez más, sentado en el suelo con la pierna derecha estirada y la izquierda formando un triángulo con el suelo. Apoyando mi codo contra la rodilla y sosteniendo mi cabeza con la mano por la parte del mentón, me sumo en esa espiral llena de nada y de color gris.

            Una vez más, me encuentro triste, dudoso, quizás algo melancólico y, sobre todo, rendido. Hasta ahora no me había parado a pensar qué he hecho durante mi vida, simplemente me había dedicado a ser de utilidad a los demás. (Me levanto y voy a lavarme la cara con agua fría en el baño)

            Levanto la mirada, y aún con gotas de agua contorneando mi rostro para desembocar en mi barbilla, mi mirada se cruza con la mía propia en el espejo. Y me congelo por unos instantes. Prácticamente ya no importaba nada, me sentía incómodo, confuso y utilizado. He dedicado mi vida, mi tiempo, mi energía, mente y corazón a aquello que no ha hecho más que incurrir a mi vacío interior.

            Y recuerdo cuando un día me miré a mí mismo, con ilusión y orgullo, y me dije que cambiaría el mundo con lo que soy. ¿Acaso el mundo me ha cambiado? ¿No he sido lo bastante fuerte?

            Quizás llevo demasiado tiempo apostando al caballo perdedor, ¿es posible que no viese que me estaba agotando? ¿Tan distraído estaba que hasta me olvidé de mí mismo? Sí que es cierto, con toda seguridad, que tengo algo maravilloso que ofrecer al mundo.

            Quizás esta vez deba a esperar a que el mundo me maraville. Hasta entonces, me preocuparé de alimentar mi alma hambrienta”

-Diario de un héroe-

domingo, 29 de julio de 2012

Los ojos del conocimiento

            Es espectacular, alucinante, casi mágico... Cómo se torna todo alrededor nuestro tras una lectura, cómo se reinventa y se reviste con colores más cálidos.
            El conocimiento es un tesoro, tantísima gente tiene sed de él, sed de abarcarlo, ¡de ampliarlo! Y esto es del todo comprensible, puesto que tras experimentar esa magia, ese poder que da el conocimiento, se aspira a obtener más.
            Y no solo eso, sino que conocer da pie al querer, a amar las cosas y las personas que nos rodean. Cómo, tras conocer a una persona, podemos sentir más aprecio hacia ella; cómo, tras conocer las cualidades y el funcionamiento de todo lo que nos rodea nos damos cuenta de lo maravilloso que es el mundo, nos acercamos al Creador.
            ¿Y conocernos? ¿Descubrir a esa gran persona a la que llamamos “yo”? Forjar a esa persona fuerte, sabia y humilde, lectura tras lectura, no tiene precio.
            Ciertamente, cuando vemos con los ojos del conocimiento, no existe ningún horizonte.

jueves, 12 de julio de 2012

El vuelo

            Nada más romper la cáscara del huevo ya tiene ganas de vivir. Desplumado, torpe y casi ciego, pero ya dando sus primeros pasos rápidos, como si el mundo fuera a acabarse ese mismo día.
            De momento parece que tiene que esperar a crecer dependiendo del resto, aunque sabe que, tarde o temprano, esa situación acabará. De hecho, en su interior hay una parte que lo está deseando, mientras que otra lo está temiendo.
            Ya ha aprendido incluso a volar, aunque nunca ha sido de vuelos altos. Dicen que por encima de esa espesa y permanente capa de nubes existe algo que, una vez descubierto, no te permite volver. Saber eso atemoriza. ¿Dejar todo atrás? No iba a arriesgarse.
            Mas se plantó en él una semilla de curiosidad, que enraizaría en su corazón y fructificaría en la razón. Nadie compartía su curiosidad, nadie quería escuchar: simplemente querían seguir con su vida.
Entonces lo tuvo claro: emprendió su vuelo con ansias de saciar su curiosidad. El viaje no fue fácil: cada vez hacía más frío, los vientos huracanados le desviaban y le aturdían. No se rindió, tenía su objetivo bien claro. Cuando alcanzó la capa de nubes apenas la quedaban fuerzas, y dejó de batir las alas, estaba fatigado.
            Para su sorpresa no cayó en picado, sino que ascendió y vio la fuente de luz y de vida. Había, a lo lejos, otros curiosos como él, todos sorprendidos e hipnotizados por la belleza de aquello.
            Supo entonces por qué nadie volvía a su tierra.

domingo, 1 de julio de 2012

Diálogo

            El choque entre dos representantes de dos ideologías puede ser lo más bonito en el mundo.. o lo más violento. Aquí es muy importante el papel del susodicho "representante", puesto que si carece de ciertas características o conocimientos, es fácil que una conversación se torne violenta y desagradable.

            Cabe destacar que ambos deben ser personas humildes y dispuestas a dejarse impresionar e informar por el otro. Si la intención es la de "descartar" al otro, la conversación no tendría sentido puesto que se basaría en continuos ataques entre los representantes.  

            En última instancia, el diálogo va a ser un intercambio de "de donde ha sacado cada uno su ideología", es decir, se debe argumentar con una bibliografía fiable. Nunca uno debe apoyarse en lo que piensa la mayoría, ni en sus propios intereses. Hay cosas que nos superan, y que deben ser aceptadas ya que sino estaríamos siendo injustos con nosotros mismos. 

            Un aspecto que podría contaminar el diálogo es la cultura. Teóricamente, dos personas que siguen una misma ideología deben cumplir los mismos preceptos básicos, vivan donde vivan. Por tanto, se debe hacer una clara distinción entre ideología y cultura. Esto significa que probablemente ambas no sean compatibles y que, por consiguiente, haya que valorar y escoger de forma racional los preceptos a seguir. 

            Es triste que, sin darse cuenta, una persona sea injusta con otra por falta de humildad y conocimientos, y un exagerado convencimiento de que se está actuando bien.

            El diálogo es una puerta. Tenemos la llave para abrirla o, por el contrario, cerrarla y encerrarnos.



lunes, 11 de junio de 2012

Héroe


            Estaba oscuro cuando abrí dificultosamente los ojos, mas no vi nada. Tenía la respiración algo acelerada, y el corazón jamás me había latido de esa forma tan rotunda y arrítmica.

            No me acuerdo de cómo he llegado hasta aquí, ni me interesa. Este lugar oscuro y gélido en donde he caído de forma forzada es precisamente lo que necesitaba para desconectar de mi ajetreada vida.

            El suelo está algo húmedo y mohoso, trato de levantarme pero me es imposible... es como si la gravedad se hubiera potenciado y mis piernas parecieran meras astillas finas. Mas no desisto, trato de levantarme ingeniándomelas como puedo, y finalmente lo consigo, aunque sigo apoyado en la pared.

            Mi pulso se va ralentizando y las gotas de sudor frío no paran de deslizarse siguiendo el contorno de mi rostro. A pesar de no ver ni el más remoto atisbo de luz, me aventuro a dar mi primer paso hacia dondequiera que sea. Espero unos segundos… existe un silencio sepulcral en este lugar, en mis adentros estoy deseando recibir alguna señal, algo, lo que sea, para dar el segundo paso.

            Pasados unos minutos, sin ningún cambio a mi alrededor, me aventuro a dar el segundo paso, que también resulta satisfactorio. Y al segundo paso le siguieron el tercero y el cuarto. Me confié. Quizás demasiado.

            Respiro. Vuelvo a respirar mientras aprieto y relajo los puños. Trato de potenciar mis sentidos para ver si percibo algo: resultó en vano. Entonces di mi quinto paso y quedé atrapado en algo parecido a una tela de araña. Todos mis intentos por deshacerme de su entramado fueron inútiles, y pocos instantes después de fracasar intentando escapar comencé a escuchar voces.

            Cada vez que escuchaba una voz, la tela se dirigía hacia ella, y yo me tropezaba con algo. Tras varios tirones y una gran angustia, las voces cesaron y la telaraña se esfumó, quedando yo tendido en el suelo. ¿Qué había sido eso? Lágrimas silenciosas recorrieron mi rostro mientras intentaba darme cuenta de lo sucedido.

            Me di cuenta de que no tenía ninguna guía. De que, a pesar de tener ojos y oídos, no veía ni escuchaba. Y si escuchaba, tropezaba. El problema no estaba ahí: simplemente no sentía.
Transcurrieron varios minutos, de silencio absoluto, en los que tuve la mente sepultada bajo una nube de pensamientos. Comprendí que mi alma se moría de hambre; estaba tan ocupado intentando construirme una vida que me olvidé de lo más importante: sus cimientos. La chispa de la vida.

            Necesitaba romper con las ataduras de esta vida, buscar la verdad. Y no vi otra manera que levantarme con firmeza, para luego postrarme, con la frente clavada en el húmedo suelo, ante el Señor del Universo. Y el lugar se llenó de una luz cegadora, tras suplicar invocando su nombre: “Guíame, Señor”