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jueves, 15 de noviembre de 2012

Servicio


Nacemos necesitados, desprotegidos, indefensos y del todo ignorantes, y dedicamos toda nuestra vida a crecer y absorber lo que haya a nuestro alrededor para aprender a sobrevivir en este mundo. Pero llega un momento en el que a la persona le surge desde dentro darse al mundo, empezar a devolver algo de todo lo que ha obtenido. Ciertamente las bendiciones que hemos recibido y que nos rodean son incontables, y jamás podríamos llegar a agradecerlas aunque pasáramos treinta vidas postrados, pero creo que la forma más noble y pura de darse al mundo es dándose a los demás, dándose al mundo y a su Creador.

El aprendizaje es como una secuoya: no para de crecer, no para de absorber de lo que hay a su alrededor y emplearlo para hacerse más fuerte y robusto. Pero llega un momento en el que la secuoya da sus frutos, devuelve algo de lo que ha obtenido durante su vida sin dejar de crecer a su vez. Así es como siento que debería ser el ser humano, insaciable en conocimiento e inagotable en servicio.

El servicio es muchísimo más que dar sin esperar recibir algo a cambio: debe surgir de dentro, debe hacerse con sutileza, con amor y con el objetivo sincero, noble y honesto de verse satisfecho por la mejora que uno está provocando en el mundo y en la vida de las demás personas. La excelencia radica en querer para los demás lo que uno querría para sí mismo, en sentirse más grande a medida que uno se da. Es una de las pocas cosas en este mundo en las cuales uno se hace más rico por dar más, casi un milagro.

                Me di cuenta de que para dejar de vivir únicamente absorbiendo de aquello que nos da el mundo, hace falta un retiro, un cambio en el modo de mirar, sentir, pensar y de vivir. El concepto de “disfrute” también debe cambiar: ya no disfruto recibiendo tanto como disfrutaría dando. Aislarse, construirse, forjarse y salir al mundo con ganas de mejorar y de mejorar nuestro entorno es la esencia de la virtud en el servicio, hacerse adicto a hacer sonreír a los demás, convertirse uno en motivo de alegría y de bienestar.

                No hay mejor ambición que la de hacer el bien, sobre todo al prójimo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Sparkle


Una mirada, un instante, un latido y un escalofrío. Parece mentira que un momento en la vida de una persona pueda marcarle de por vida. Es maravilloso y misterioso ese sentimiento que de repente explosiona dentro del pecho de una persona tras una milésima de segundo, dejándola rendida completamente y al mismo tiempo haciéndola sentir invencible, imparable, capaz de sobreponerse a absolutamente todo. Desarmado y sin miedo. Aquí las palabras no tienen cabida, puesto que jamás aspirarían a superar el efecto de una sonrisa o una caricia, un perfume o simplemente la presencia de esa persona. Un sentimiento que ha llevado a las personas a cruzar mares y océanos únicamente para revivirlo y avivarlo aún más, es el comienzo de un viaje irrepetible, indescriptible e irrevocable.

Encontrar al compañero que recorrerá junto a nosotros la travesía que es la vida es cosa del destino, uno nunca imagina dónde puede encontrarlo. Podría tenerlo delante durante años y no darse cuenta, pensando que lo encontrará en cualquier lugar misterioso del mundo. El momento en el que las almas se unen marca un drástico antes y un después en la historia de cada uno, es una bendición que no se puede rechazar, un tesoro que comenzamos a anhelar no por ambición sino por virtud y amor. Pero esto no es cosa fácil, tampoco difícil, sino que es cuestión de tiempo, sutileza, confianza y mucha conversación. Tras la primera unión en ese instante, hay un viaje que realizar para llegar al tesoro que encierra esa persona, y dar acceso al tesoro que uno mismo lleva dentro.

Una vez alcanzado el tesoro la cosa no acaba ahí. Ambas personas se poseen la una a la otra pero ahora deben enfrentarse juntas al mundo mientras se cuidan entre sí. Cada uno está en las manos del otro, han confiado y se han dado, y aquí las acciones adquieren prioridad puesto que las palabras se las lleva el viento. Las promesas no están para decirlas sino para cumplirlas, los pequeños detalles son prácticamente lo más importante, despertarse cada día queriendo ser la razón de la felicidad de la otra persona. Una relación se basa en la confianza, el consenso sobre los aspectos más importantes, el servicio, la espiritualidad y, por supuesto, el amor. Tras alcanzar esa situación, ambas personas aspirarían a ser los mediadores para el milagro de la vida, y ver los frutos de todo aquello que han ido construyendo.

El mejor compañero no es aquel que sea más rico, tenga mejor estatus social o tenga una gran belleza. El mejor compañero es aquel que quiera llevarte al paraíso con él.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Decadencia


Llevo ya bastante tiempo pensando en cómo la sociedad ha ido decayendo de una forma peligrosa. Y esto no es nada nuevo, es el reflejo de los excesos que se cometen en todo lo que respecta a vicios, malos hábitos y una espiritualidad prácticamente inexistente. Hemos olvidado las luchas de la antigüedad, hemos olvidado a los mejores hombres que en su día caminaron por este mundo para cambiarlo a mejor, para hacer de nosotros mejores personas. Esas luchas que marcaron un antes y un después en la historia, ahora parecen meros mitos que han quedado a la altura de Alica en el país de las maravillas. ¿Qué ha pasado?

                Lo que vemos hoy en día es el resultado de varios factores que sinérgicamente han dado lugar a este desastre. El primero y más pronunciado es el relativismo que rige nuestras vidas. Ya no existen el bien y el mal absolutos, mientras uno no pise la cola del otro entonces todo está permitido. Se ha perdido la vergüenza, el pudor, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, nos miramos al espejo y no nos vemos, estamos embriagados e intoxicados a causa del bienestar y el relax; predomina el “yo” sobre el “nosotros”.

                El segundo factor, en mi opinión, es el materialismo. Hemos llegado a un punto en el que prácticamente todo debería estar remunerado o recompensado de forma material. El que hace algo voluntario sin exigir nada a cambio se convierte en una persona que malgasta su tiempo y energía en algo que ni siquiera es agradable. Cada vez menos personas entienden que hacer este tipo de actividades sirven para alimentar el espíritu, ya que lo que es el físico está más que sobrealimentado. Y esto se está tornando cada vez más peligroso, la gente se muere de hambre por dentro porque no sabe con qué llenar ese vacío espiritual. Trata de llenarlo con cualquier cosa material, incluso se llegan a degenerar los aspectos trascendentales de la vida: el amor se convierte únicamente en sexo, el trabajo se convierte únicamente en una fuente de dinero… 

                Creo que existen muchos otros factores, pero los dos anteriores que he mencionado son sin duda los más catastróficos. Algunas personas alcanzan su propia aniquilación porque viven en una espiral que nunca termina y que va siempre a más, creyendo que algún día alcanzarán la paz y tranquilidad que tanto ansiamos todos. Ciertamente, esa paz se consigue precisamente fuera de todo eso, mirando las cosas con perspectiva, de forma crítica y siendo fieles a unos principios morales universales, dando a las cosas el valor que tienen sin exagerarlo.

                Sencillez, moderación, amor y trascendencia. No perdamos esa esencia.