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jueves, 27 de diciembre de 2012

Hipnosis

               Últimamente me da la sensación de que los días acaban casi antes de empezar, los minutos pasan como segundos, las horas como minutos, los días como horas y las semanas como días. Es como si hace siglos la vida fuera un río que transcurría con fluidez pero con calma, y ahora ha llegado al precipicio que es la cascada. Quizás me equivoque, pero me parece que antes las cosas, los detalles, eran más auténticos que ahora, la vida era más sencilla pero al mismo tiempo más real.


                Con esto quiero dar pie a una realidad que está pasando por delante de nuestros ojos pero que por lo visto estamos muy ocupados - ya sea estudiando, trabajando o buscando divertirnos - como para percatarnos de ella. Vivimos en la era de la esclavitud intelectual, prisioneros de una falsa libertad que parece que nos va a dar la felicidad. Nos hemos olvidado de las grandes batallas de los antiguos, de las personas que marcaron la historia - pero sobre todo del por qué -, nos hemos olvidado de los océanos de sangre derramados para dejar un legado a día de hoy desperdiciado.


                Nuestros días comienzan con los quehaceres y los quehaceres terminan con nuestros días. Nunca tenemos tiempo para estas solos con nosotros mismos, pero es más, no lo anhelamos a pesar de que nuestra naturaleza lo pida. Nos ponemos obligaciones que no son prioritarias o necesarias, buscando el "bienestar" (pasajero) que nos puede ofrecer este mundo con el ocio, la música, los videojuegos, las fiestas, etc. Todo esto que acabo de mencionar no debería ser nuestra preocupación más grande, puesto que no son más que meros complementos en la vida que son, solo en parte, necesarios (y no todos ellos).


                La necesidad de trascender ha caído en el olvido, necesidad con la que todos nacemos y que pocos logran buscarle un hueco en su vida para atenderla. No paramos. Y, ciertamente, es algo que se hace cada vez más difícil pero no por ello merece menos la pena sino todo lo contrario. La ventaja que da sentarse uno consigo mismo, aislarse del mundo, trascender, mirar con perspectiva la vida, reenfocar, autoevaluarse y proponerse mejorar es que la próxima vez que se salga a la calle ya no será lo mismo: se está más preparado y con más fuerza para afrontar la vida y sus situaciones. No debemos esperar a las "bofetadas" de la vida para cambiar y reenfocar: es mejor anticiparse.


                Por supuesto que cuando hablo de trascender y de "sentarse uno consigo mismo", me estoy refiriendo igualmente a tomar un contacto más intenso con el Creador. Puesto que venimos de Él, debemos ser coherentes con esa parte de nosotros que no es pura materia; y, de hecho, creo que se está descuidando mucho este término: coherencia. La relación entre lo que pensamos, necesitamos y hacemos es vital para aspirar a ser felices y ser capaces de afrontar las dificultades de la vida. Y, yendo más allá, creo que la vida (esta y la eterna) se convierten en un infierno cuando esa coherencia no existe, es decir, conocer la teoría y no ponerla en práctica. Esto no atenta - para nada - con la más aplastante de las lógicas: sin ir más lejos, cada uno en su profesión no solo debe conocer la teoría sino que debe aplicarla bien porque si no sería un profesional mediocre. 


                Esto nos lleva directamente al "sacrificio". La vida tiene mucho que ofrecer (no todo bueno ni todo malo) y, por supuesto, para mantener una coherencia se deben adoptar ciertos hábitos o actividades, dejando otros totalmente descalificados. "Probar de todo" ya rompe de por sí con esa coherencia que nos exige el ser, y volveríamos a caer en la misma espiral de siempre. El equilibrio que se debe buscar debe estar dentro de unos límites que la persona escoge libremente tras una reflexión racional - sin coacción social - y coherente, y un posterior compromiso consigo mismo y con el Creador. Lo peor que puede hacer el ser humano es seguir unas pautas que atentan contra su naturaleza (material y divina), y más aún a sabiendas. No existe mayor injusticia. Nos han vendido que la felicidad, el éxito, el triunfo en esta vida se forja a base de actividades (no todas) que - casualmente - atentan contra nuestra naturaleza y las leyes divinas. Lo peor es que también nos han vendido que somos incapaces de ir contra ello y que si nos oponemos debemos ser mirados de una forma diferente. Ha sido una conquista intelectual exitosa - todo hay que decirlo - pero si algo jamás puede ser conquistado ese es el espíritu del ser humano.


                No existe mayor fuerza que la fuerza de voluntad humana, empujada por la fe y el deseo de una relación buena con el Creador - en primer lugar - y con la creación, con la firme certeza de que siguiendo Su camino (tanto en pensamiento como en acciones) viviremos un paraíso tanto aquí como en la vida futura.


                Solo se vive una vez: hagámoslo de una forma correcta.


jueves, 15 de noviembre de 2012

Servicio


Nacemos necesitados, desprotegidos, indefensos y del todo ignorantes, y dedicamos toda nuestra vida a crecer y absorber lo que haya a nuestro alrededor para aprender a sobrevivir en este mundo. Pero llega un momento en el que a la persona le surge desde dentro darse al mundo, empezar a devolver algo de todo lo que ha obtenido. Ciertamente las bendiciones que hemos recibido y que nos rodean son incontables, y jamás podríamos llegar a agradecerlas aunque pasáramos treinta vidas postrados, pero creo que la forma más noble y pura de darse al mundo es dándose a los demás, dándose al mundo y a su Creador.

El aprendizaje es como una secuoya: no para de crecer, no para de absorber de lo que hay a su alrededor y emplearlo para hacerse más fuerte y robusto. Pero llega un momento en el que la secuoya da sus frutos, devuelve algo de lo que ha obtenido durante su vida sin dejar de crecer a su vez. Así es como siento que debería ser el ser humano, insaciable en conocimiento e inagotable en servicio.

El servicio es muchísimo más que dar sin esperar recibir algo a cambio: debe surgir de dentro, debe hacerse con sutileza, con amor y con el objetivo sincero, noble y honesto de verse satisfecho por la mejora que uno está provocando en el mundo y en la vida de las demás personas. La excelencia radica en querer para los demás lo que uno querría para sí mismo, en sentirse más grande a medida que uno se da. Es una de las pocas cosas en este mundo en las cuales uno se hace más rico por dar más, casi un milagro.

                Me di cuenta de que para dejar de vivir únicamente absorbiendo de aquello que nos da el mundo, hace falta un retiro, un cambio en el modo de mirar, sentir, pensar y de vivir. El concepto de “disfrute” también debe cambiar: ya no disfruto recibiendo tanto como disfrutaría dando. Aislarse, construirse, forjarse y salir al mundo con ganas de mejorar y de mejorar nuestro entorno es la esencia de la virtud en el servicio, hacerse adicto a hacer sonreír a los demás, convertirse uno en motivo de alegría y de bienestar.

                No hay mejor ambición que la de hacer el bien, sobre todo al prójimo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Sparkle


Una mirada, un instante, un latido y un escalofrío. Parece mentira que un momento en la vida de una persona pueda marcarle de por vida. Es maravilloso y misterioso ese sentimiento que de repente explosiona dentro del pecho de una persona tras una milésima de segundo, dejándola rendida completamente y al mismo tiempo haciéndola sentir invencible, imparable, capaz de sobreponerse a absolutamente todo. Desarmado y sin miedo. Aquí las palabras no tienen cabida, puesto que jamás aspirarían a superar el efecto de una sonrisa o una caricia, un perfume o simplemente la presencia de esa persona. Un sentimiento que ha llevado a las personas a cruzar mares y océanos únicamente para revivirlo y avivarlo aún más, es el comienzo de un viaje irrepetible, indescriptible e irrevocable.

Encontrar al compañero que recorrerá junto a nosotros la travesía que es la vida es cosa del destino, uno nunca imagina dónde puede encontrarlo. Podría tenerlo delante durante años y no darse cuenta, pensando que lo encontrará en cualquier lugar misterioso del mundo. El momento en el que las almas se unen marca un drástico antes y un después en la historia de cada uno, es una bendición que no se puede rechazar, un tesoro que comenzamos a anhelar no por ambición sino por virtud y amor. Pero esto no es cosa fácil, tampoco difícil, sino que es cuestión de tiempo, sutileza, confianza y mucha conversación. Tras la primera unión en ese instante, hay un viaje que realizar para llegar al tesoro que encierra esa persona, y dar acceso al tesoro que uno mismo lleva dentro.

Una vez alcanzado el tesoro la cosa no acaba ahí. Ambas personas se poseen la una a la otra pero ahora deben enfrentarse juntas al mundo mientras se cuidan entre sí. Cada uno está en las manos del otro, han confiado y se han dado, y aquí las acciones adquieren prioridad puesto que las palabras se las lleva el viento. Las promesas no están para decirlas sino para cumplirlas, los pequeños detalles son prácticamente lo más importante, despertarse cada día queriendo ser la razón de la felicidad de la otra persona. Una relación se basa en la confianza, el consenso sobre los aspectos más importantes, el servicio, la espiritualidad y, por supuesto, el amor. Tras alcanzar esa situación, ambas personas aspirarían a ser los mediadores para el milagro de la vida, y ver los frutos de todo aquello que han ido construyendo.

El mejor compañero no es aquel que sea más rico, tenga mejor estatus social o tenga una gran belleza. El mejor compañero es aquel que quiera llevarte al paraíso con él.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Decadencia


Llevo ya bastante tiempo pensando en cómo la sociedad ha ido decayendo de una forma peligrosa. Y esto no es nada nuevo, es el reflejo de los excesos que se cometen en todo lo que respecta a vicios, malos hábitos y una espiritualidad prácticamente inexistente. Hemos olvidado las luchas de la antigüedad, hemos olvidado a los mejores hombres que en su día caminaron por este mundo para cambiarlo a mejor, para hacer de nosotros mejores personas. Esas luchas que marcaron un antes y un después en la historia, ahora parecen meros mitos que han quedado a la altura de Alica en el país de las maravillas. ¿Qué ha pasado?

                Lo que vemos hoy en día es el resultado de varios factores que sinérgicamente han dado lugar a este desastre. El primero y más pronunciado es el relativismo que rige nuestras vidas. Ya no existen el bien y el mal absolutos, mientras uno no pise la cola del otro entonces todo está permitido. Se ha perdido la vergüenza, el pudor, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, nos miramos al espejo y no nos vemos, estamos embriagados e intoxicados a causa del bienestar y el relax; predomina el “yo” sobre el “nosotros”.

                El segundo factor, en mi opinión, es el materialismo. Hemos llegado a un punto en el que prácticamente todo debería estar remunerado o recompensado de forma material. El que hace algo voluntario sin exigir nada a cambio se convierte en una persona que malgasta su tiempo y energía en algo que ni siquiera es agradable. Cada vez menos personas entienden que hacer este tipo de actividades sirven para alimentar el espíritu, ya que lo que es el físico está más que sobrealimentado. Y esto se está tornando cada vez más peligroso, la gente se muere de hambre por dentro porque no sabe con qué llenar ese vacío espiritual. Trata de llenarlo con cualquier cosa material, incluso se llegan a degenerar los aspectos trascendentales de la vida: el amor se convierte únicamente en sexo, el trabajo se convierte únicamente en una fuente de dinero… 

                Creo que existen muchos otros factores, pero los dos anteriores que he mencionado son sin duda los más catastróficos. Algunas personas alcanzan su propia aniquilación porque viven en una espiral que nunca termina y que va siempre a más, creyendo que algún día alcanzarán la paz y tranquilidad que tanto ansiamos todos. Ciertamente, esa paz se consigue precisamente fuera de todo eso, mirando las cosas con perspectiva, de forma crítica y siendo fieles a unos principios morales universales, dando a las cosas el valor que tienen sin exagerarlo.

                Sencillez, moderación, amor y trascendencia. No perdamos esa esencia.

lunes, 8 de octubre de 2012

¿Misión imposible?


Quizás lo más difícil de plasmar mis ideas en este papel sea que tengo tantas que no sé por cual empezar. La mayoría de la gente, creo, en el fondo busca encontrar lo mismo. Por muchos rodeos que demos, por muchas opiniones que se den, la gente realmente busca vivir tranquila y en paz. Pero, personalmente, me da la sensación de que se confunde “vivir en paz” con “vivir sin problemas”, es decir, la gente vive unos escasos momentos de paz en su vida cuando sus problemas han cesado de forma temporal. O lo que es aún peor, se busca evadirse de la realidad y de los problemas – quizás buscando esa paz – en el fondo de una botella de alcohol o en los polvos mágicos llamados drogas.

Ciertamente la vida empuja con una fuerza exagerada, mayor que la de las olas del mar en plena tormenta, pero eso no significa que el ser humano deba rendirse. De hecho rendirse no es opcional, desde que nacemos hasta que morimos estamos en una constante lucha. La vida es una constante lucha, transformación, altibajos, ganancias y pérdidas. Básicamente podemos decir que lo único constante en esta vida es la falta de constancia. Por ello, la paz y la tranquilidad que todos deseamos no se debe buscar en la vida, en lo terrenal, en lo cambiante.

He tenido la ocasión de leer y escuchar algo sobre las doctrinas materialistas, y en una de esas ocasiones un compañero me habló de un filósofo de esa corriente que en su lecho de muerte deseó ser como los creyentes ya que seguramente afrontaría la muerte de una manera más pacífica y con más fuerza. Esto llenó mi cabeza de pensamientos y me pregunté: ¿qué es lo que les da fuerza a los creyentes para afrontar la muerte? Descubrí que, al contrario que los materialistas, las personas creyentes encontraban la paz, la fuerza, la paciencia, el empuje que necesitan para vivir en una fuente infinita e inmutable: Dios. Aquellas personas que en momentos de necesidad depositan sus esperanzas en Él, y que cuando les va bien son agradecidos, son las que consiguen un estado de paz interior permanente que les ayuda a afrontar el empuje de esta vida.

Esto, llevado a la práctica, puede sonar ficticio o imposible, pero realmente es algo fácil de llevar a cabo ya sea de forma individual o colectiva. Es importante no dejarse llevar por los tópicos o por las personas que aseguran encontrar la paz en una vida ajetreada y sin verdadero rumbo. Los problemas pueden desvanecerse, quedarse pequeños ante un paisaje inmenso y liberador: una puesta de sol, la vista desde la cima de una montaña, una noche de brisa cálida con la luna llena…

            A todos se nos ha asignado una carga para llevar en esta vida. Podemos vivir quejándonos de esa carga, o luchar para poder llevarla con dignidad y con fuerza.

#ClavesDelPensamientoActual

miércoles, 3 de octubre de 2012

El despertar



            Cuando miro atrás, que lo hago frecuentemente, y analizo mi vida, encuentro que definitivamente existió un momento en el que la vida rompió las puertas de un sueño que llevaba durando demasiado tiempo. ¿Era feliz entonces? Indudablemente era una felicidad equiparable a la de un morador del desierto que se alegra de ver el espejismo de un oasis: totalmente vacía. Me viene a la cabeza la película “Matrix”, y creo que en cierto modo refleja de una manera sencilla y precisa la sociedad en la cual vivimos: la gente está cada vez más enamorada de los placeres mundanos, vive felizmente anestesiada ya que no siente dolor ni se sobresalta. He hecho referencia a “Matrix” porque realmente hay algo que la gente no está dispuesta a conocer: su misión. El protagonista Neo descubrió que su misión era la de salvar a los humanos de las máquinas, y despertó de su burbuja; el mundo terrenal pasó a ser algo totalmente insignificante.

            “Los dos días más importantes de tu vida son el día que naces... y el día que descubres por qué” (Mark Twain), esta es una cita que debería hacer al mundo reflexionar: ¿para qué he nacido? Indudablemente no hemos sido creados para ser meras marionetas de la sociedad o esclavos de ideologías vacías; tenemos que descubrir qué podemos hacer por nosotros mismos y el mundo, y la herramienta para ello es el acto y el hábito de pensar.

            La figura del pensador ya no es lo que era. Antes tenía un papel más que merecido en la sociedad, mientras que hoy en día pensar se ha convertido en una actividad antigua y sin ningún reconocimiento. Esto sólo a nivel social. A nivel personal es exponencialmente más satisfactoria, puesto que para pensar se debe hacer la mejor venta de todas: vender el mundo para ganarse uno a sí mismo. Cuantas historias magníficas hemos escuchado o leído, de personas que en esencia hicieron esa venta. En cambio ahora triunfan las historias de las vidas vacías de personas que han dado sentido a su vida con los placeres mundanos. Se ha dicho “adiós” a lo trascendente, se ha tapado el firmamento con rascacielos y vicios, se han encadenado los pensamientos y ahogado los sentimientos puros.

            Me di cuenta hace tiempo de que el ser humano nace con una semilla en su corazón, que llama a lo infinito, es insaciable y exigente. Tratar de calmar esa hambre con cualquier cosa que podamos encontrar en el mundo terrenal no es suficiente. De ahí nacen los vicios, los malos hábitos: de querer saciarse inútilmente. No se le debe dar agua al hambriento ni comida al sediento, y en general se comete el grave error de cuidar el cuerpo y dejar de lado el alma. Pienso que si todos nos diéramos cuenta de que somos algo más que huesos y carne, el mundo y el propio ser humano adquirirían un valor diferente, mejor; si adquirimos como prototipo a las personas que cambiaron el mundo – sobre todo los profetas –, podríamos utilizar el pensamiento como herramienta para hacer de este un mundo mejor, y saciar el alma con la infinidad del Creador.

El mundo es un reflejo de las ideas. Las ideas se forjan pensando

#ClavesDelPensamientoActual

miércoles, 22 de agosto de 2012

Renacer

            “Y aquí me encuentro, una vez más, sentado en el suelo con la pierna derecha estirada y la izquierda formando un triángulo con el suelo. Apoyando mi codo contra la rodilla y sosteniendo mi cabeza con la mano por la parte del mentón, me sumo en esa espiral llena de nada y de color gris.

            Una vez más, me encuentro triste, dudoso, quizás algo melancólico y, sobre todo, rendido. Hasta ahora no me había parado a pensar qué he hecho durante mi vida, simplemente me había dedicado a ser de utilidad a los demás. (Me levanto y voy a lavarme la cara con agua fría en el baño)

            Levanto la mirada, y aún con gotas de agua contorneando mi rostro para desembocar en mi barbilla, mi mirada se cruza con la mía propia en el espejo. Y me congelo por unos instantes. Prácticamente ya no importaba nada, me sentía incómodo, confuso y utilizado. He dedicado mi vida, mi tiempo, mi energía, mente y corazón a aquello que no ha hecho más que incurrir a mi vacío interior.

            Y recuerdo cuando un día me miré a mí mismo, con ilusión y orgullo, y me dije que cambiaría el mundo con lo que soy. ¿Acaso el mundo me ha cambiado? ¿No he sido lo bastante fuerte?

            Quizás llevo demasiado tiempo apostando al caballo perdedor, ¿es posible que no viese que me estaba agotando? ¿Tan distraído estaba que hasta me olvidé de mí mismo? Sí que es cierto, con toda seguridad, que tengo algo maravilloso que ofrecer al mundo.

            Quizás esta vez deba a esperar a que el mundo me maraville. Hasta entonces, me preocuparé de alimentar mi alma hambrienta”

-Diario de un héroe-

domingo, 29 de julio de 2012

Los ojos del conocimiento

            Es espectacular, alucinante, casi mágico... Cómo se torna todo alrededor nuestro tras una lectura, cómo se reinventa y se reviste con colores más cálidos.
            El conocimiento es un tesoro, tantísima gente tiene sed de él, sed de abarcarlo, ¡de ampliarlo! Y esto es del todo comprensible, puesto que tras experimentar esa magia, ese poder que da el conocimiento, se aspira a obtener más.
            Y no solo eso, sino que conocer da pie al querer, a amar las cosas y las personas que nos rodean. Cómo, tras conocer a una persona, podemos sentir más aprecio hacia ella; cómo, tras conocer las cualidades y el funcionamiento de todo lo que nos rodea nos damos cuenta de lo maravilloso que es el mundo, nos acercamos al Creador.
            ¿Y conocernos? ¿Descubrir a esa gran persona a la que llamamos “yo”? Forjar a esa persona fuerte, sabia y humilde, lectura tras lectura, no tiene precio.
            Ciertamente, cuando vemos con los ojos del conocimiento, no existe ningún horizonte.

jueves, 12 de julio de 2012

El vuelo

            Nada más romper la cáscara del huevo ya tiene ganas de vivir. Desplumado, torpe y casi ciego, pero ya dando sus primeros pasos rápidos, como si el mundo fuera a acabarse ese mismo día.
            De momento parece que tiene que esperar a crecer dependiendo del resto, aunque sabe que, tarde o temprano, esa situación acabará. De hecho, en su interior hay una parte que lo está deseando, mientras que otra lo está temiendo.
            Ya ha aprendido incluso a volar, aunque nunca ha sido de vuelos altos. Dicen que por encima de esa espesa y permanente capa de nubes existe algo que, una vez descubierto, no te permite volver. Saber eso atemoriza. ¿Dejar todo atrás? No iba a arriesgarse.
            Mas se plantó en él una semilla de curiosidad, que enraizaría en su corazón y fructificaría en la razón. Nadie compartía su curiosidad, nadie quería escuchar: simplemente querían seguir con su vida.
Entonces lo tuvo claro: emprendió su vuelo con ansias de saciar su curiosidad. El viaje no fue fácil: cada vez hacía más frío, los vientos huracanados le desviaban y le aturdían. No se rindió, tenía su objetivo bien claro. Cuando alcanzó la capa de nubes apenas la quedaban fuerzas, y dejó de batir las alas, estaba fatigado.
            Para su sorpresa no cayó en picado, sino que ascendió y vio la fuente de luz y de vida. Había, a lo lejos, otros curiosos como él, todos sorprendidos e hipnotizados por la belleza de aquello.
            Supo entonces por qué nadie volvía a su tierra.

domingo, 1 de julio de 2012

Diálogo

            El choque entre dos representantes de dos ideologías puede ser lo más bonito en el mundo.. o lo más violento. Aquí es muy importante el papel del susodicho "representante", puesto que si carece de ciertas características o conocimientos, es fácil que una conversación se torne violenta y desagradable.

            Cabe destacar que ambos deben ser personas humildes y dispuestas a dejarse impresionar e informar por el otro. Si la intención es la de "descartar" al otro, la conversación no tendría sentido puesto que se basaría en continuos ataques entre los representantes.  

            En última instancia, el diálogo va a ser un intercambio de "de donde ha sacado cada uno su ideología", es decir, se debe argumentar con una bibliografía fiable. Nunca uno debe apoyarse en lo que piensa la mayoría, ni en sus propios intereses. Hay cosas que nos superan, y que deben ser aceptadas ya que sino estaríamos siendo injustos con nosotros mismos. 

            Un aspecto que podría contaminar el diálogo es la cultura. Teóricamente, dos personas que siguen una misma ideología deben cumplir los mismos preceptos básicos, vivan donde vivan. Por tanto, se debe hacer una clara distinción entre ideología y cultura. Esto significa que probablemente ambas no sean compatibles y que, por consiguiente, haya que valorar y escoger de forma racional los preceptos a seguir. 

            Es triste que, sin darse cuenta, una persona sea injusta con otra por falta de humildad y conocimientos, y un exagerado convencimiento de que se está actuando bien.

            El diálogo es una puerta. Tenemos la llave para abrirla o, por el contrario, cerrarla y encerrarnos.



lunes, 11 de junio de 2012

Héroe


            Estaba oscuro cuando abrí dificultosamente los ojos, mas no vi nada. Tenía la respiración algo acelerada, y el corazón jamás me había latido de esa forma tan rotunda y arrítmica.

            No me acuerdo de cómo he llegado hasta aquí, ni me interesa. Este lugar oscuro y gélido en donde he caído de forma forzada es precisamente lo que necesitaba para desconectar de mi ajetreada vida.

            El suelo está algo húmedo y mohoso, trato de levantarme pero me es imposible... es como si la gravedad se hubiera potenciado y mis piernas parecieran meras astillas finas. Mas no desisto, trato de levantarme ingeniándomelas como puedo, y finalmente lo consigo, aunque sigo apoyado en la pared.

            Mi pulso se va ralentizando y las gotas de sudor frío no paran de deslizarse siguiendo el contorno de mi rostro. A pesar de no ver ni el más remoto atisbo de luz, me aventuro a dar mi primer paso hacia dondequiera que sea. Espero unos segundos… existe un silencio sepulcral en este lugar, en mis adentros estoy deseando recibir alguna señal, algo, lo que sea, para dar el segundo paso.

            Pasados unos minutos, sin ningún cambio a mi alrededor, me aventuro a dar el segundo paso, que también resulta satisfactorio. Y al segundo paso le siguieron el tercero y el cuarto. Me confié. Quizás demasiado.

            Respiro. Vuelvo a respirar mientras aprieto y relajo los puños. Trato de potenciar mis sentidos para ver si percibo algo: resultó en vano. Entonces di mi quinto paso y quedé atrapado en algo parecido a una tela de araña. Todos mis intentos por deshacerme de su entramado fueron inútiles, y pocos instantes después de fracasar intentando escapar comencé a escuchar voces.

            Cada vez que escuchaba una voz, la tela se dirigía hacia ella, y yo me tropezaba con algo. Tras varios tirones y una gran angustia, las voces cesaron y la telaraña se esfumó, quedando yo tendido en el suelo. ¿Qué había sido eso? Lágrimas silenciosas recorrieron mi rostro mientras intentaba darme cuenta de lo sucedido.

            Me di cuenta de que no tenía ninguna guía. De que, a pesar de tener ojos y oídos, no veía ni escuchaba. Y si escuchaba, tropezaba. El problema no estaba ahí: simplemente no sentía.
Transcurrieron varios minutos, de silencio absoluto, en los que tuve la mente sepultada bajo una nube de pensamientos. Comprendí que mi alma se moría de hambre; estaba tan ocupado intentando construirme una vida que me olvidé de lo más importante: sus cimientos. La chispa de la vida.

            Necesitaba romper con las ataduras de esta vida, buscar la verdad. Y no vi otra manera que levantarme con firmeza, para luego postrarme, con la frente clavada en el húmedo suelo, ante el Señor del Universo. Y el lugar se llenó de una luz cegadora, tras suplicar invocando su nombre: “Guíame, Señor”

miércoles, 2 de mayo de 2012

Te respeto, pero me pareces estúpido

            Es un tópico muy extendido en nuestra sociedad. Parece ser que la verdad de cada uno es un arma con la que atacar al prójimo. Pero ahí no se detiene la cosa, porque también es un motivo de hipocresía: poner buena cara a otros cuando, simplemente, te parecen estúpidos por no pensar igual que tu. 

            El esfuerzo se invierte para intentar herir al otro, en vez de cuestionarse y averiguar si uno realmente está donde tiene que estar - no donde le conviene estar - o, en su defecto, adquirir la competencia de debatir de forma educada y digna.

            Porque aprendí que los rasgos de la hipocresía son muchos, y uno de ellos es la ira en los debates. Nuestra vida es un continuo debate entre nosotros mismos, para empezar, y con el resto del mundo. Esto es constante, y saber conllevarlo dignamente es una de las claves para ser feliz en el entorno de cada uno. 

            Aquella persona que no sepa debatir, ignorante y avergonzada de su condición en lo más hondo de su corazón, no dudará en recurrir a la violencia en cualquiera de sus formas. Esto solo nos indica que el conocimiento es poder, nos eleva y al mismo tiempo nos hace humildes. Ciertamente, la verdad nos hará libres. Busquémosla, puesto que solo hay una. 

domingo, 22 de abril de 2012

La prisión

            Y aquí me encuentro otro día más, volviendo a casa en el autobús, tras un día agotador. Sentado y apoyando mi cabeza contra la ventana, la luz del sol calienta mi cara dándome esa sensación de somnolencia y gusto. Miro a través de la ventana y logro divisar las montañas a lo lejos, tonos de verde vivo a lo largo y ancho de ellas; un cielo azul que se va tornando rojo y una bandada de pájaros recorriendo el firmamento.

            Entonces el autobús gira y todo ese paisaje es sustituido por edificios y carreteras, y de pronto la sensación de gusto y de paz se desvanece... me invade la sensación de estar encerrado en la ciudad.

            Y desde mi interior hay algo que me pide más de ese paisaje, más de esa sensación de paz y armonía. Ese día comprendí que necesitamos desconectarnos de este mundo, desenvolvernos en la naturaleza de la cual provenimos: buscar la perfección y la belleza que nos brinda la creación.

            Muchas veces es muy poco lo que necesitamos para sentirnos bien. Un silencio, una sonrisa y un paisaje.

jueves, 19 de abril de 2012

¿Te conformas?

El conformismo, como todo, tiene su dosis buena. Pero también, como todo, su exceso o su total ausencia son fatales.

Nuestras metas y sueños forman parte de nosotros, y son cosas con las que no se puede jugar, pues de ellas depende una gran parte de nuestra felicidad.
Por ello, una meta es mucho más que un simple objetivo: nos implica en todas nuestras dimensiones, desde la intelectual hasta la emocional. Invertimos mucho tiempo en nuestros proyectos y metas, y a veces nos olvidamos de por qué los empezamos cuando surge una dificultad. 

Se me ocurren varias razones para negarnos a dejar un proyecto: orgullo, miedo, no tener mas proyectos en mente, presión externa, etc. Pero ninguna de ellas es del todo satisfactoria para nuestra persona. La única razón que debe prevenirnos de renunciar a un sueño es la persona que somos. Nosotros tenemos una meta porque nosotros nos la hemos propuesto, porque en nuestro interior, de la infinidad de metas existentes, hemos escogido esa, y por tanto, en ella radica nuestra felicidad. Aquí la autoexigencia juega un papel clave: si no nos exigimos nosotros, ¿quién se va a preocupar? 

Por eso, esforzarnos para ser los mejores, sin ningún miedo, se traduce en una satisfacción personal y la construcción de un futuro sólido.
Por eso, conformarse con poco en nuestros sueños, es condenarnos a una vida insatisfecha. El conformismo no tiene cabida en el trabajo, puesto que siempre podremos hacer más y mejorar; pero nunca debe estar ausente, puesto que en otras situaciones nos hace humildes y realistas.

Seamos los arquitectos de nuestro futuro, seamos conformistas sólo cuando debamos serlo.

domingo, 15 de abril de 2012

Básico e importante: El Respeto

            Respeto (Del lat. respectus, atención, consideración) es la veneración o acatamiento que se hace a alguien - según el diccionario de la RAE.
            Veneración es una palabra bastante fuerte, y que quizás no le damos el valor y el peso que realmente tiene. Es utilizada mayormente en el ámbito religioso, la veneración a una deidad, pero aquí se se utiliza en el trato con otras personas. ¿Cuántas veces le hemos dicho a una persona que la respetamos? Ahora, sabiendo esto, ¿realmente respetamos a todo el mundo?
            Quizás no debamos confundir "respetar" con "ser educado", ya que podemos ser educados y no respetar. Una señal que nos indica si respetamos a una persona, o no, es si esa persona nos impone, ya que otro significado de respeto es miedo.
            Integrando esto en nuestro día a día, podemos realizar estas tres preguntas: ¿Respetamos?, ¿Nos hacemos respetar?, ¿Nos respetamos?
            El hecho de que te respeten es consecuencia del respeto a uno mismo, y esto está ligado de forma directa con el amor propio. Esto no quiere decir que nos convirtamos en unos narcisos, sino que nos queramos y aceptemos tal y como somos, siempre con humildad. Las personas que se quieren poco llegan a ser presas de los demás.
            Aunque nos queramos a nosotros mismos, no es del todo suficiente: eso se debe reflejar, mostrar. Todos debemos tener un reflejo de aquello que nos hace únicos y valiosos, y aprender a guardar nuestros puntos débiles - reservarlos para nuestros seres queridos. Así es como nos hacemos respetar: mostrando aquello por lo que nos queremos, y siempre añadiendo una pizca de humor sobre lo que nos guste menos de nosotros mismos - pues eso, también, nos hace únicos.
            El hecho de respetar es cuestión de empatía: si nos gusta que nos respeten, debemos alabar las bondades de las personas - nunca humillarlas para ganarnos su respeto. Y siempre debemos tener en cuenta que esas bondades nacen de la educación y la ideología de las demás personas, y por tanto, son bellos y dignos objetos de conocimiento.
            El respeto y el miedo tienen una buena característica en común: hacen que nos tomemos las cosas en serio.