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jueves, 13 de agosto de 2015

C'est la vie

Aún me acuerdo de esa conversación. Él, señorial aunque a la vez humilde, detrás de incontables torres de papeles y libros sentado en su aparentemente cómoda silla de piel, y yo, al otro lado de la mesa, con mirada de admiración y poniendo especial atención hasta en la última coma de lo que decía. Me di cuenta de que “mayor de edad” no es más que el comienzo, no es una meta ni un fin, sino el primer salto a la vida, cual pájaro en su primer vuelo.

Mayores para echar a volar del nido, pero los más pequeños e inexpertos en el cielo lleno de oportunidades y peligros, encuentros y desencuentros. Precisamente de eso hablábamos, de la cantidad de sueños e ilusiones que había que madurar puesto que se habían edificado sobre un nido pequeño y un horizonte escueto y pobre. Era duro, toda una vida soñando para que al escuchar el pistoletazo de salida darse cuenta de que había que cambiar.

- C’est la vie – me dijo mirando al infinito, como si estuviera viendo toda su vida pasar por delante de sus ojos.

Me quedé en blanco, inicialmente, pero luego le contesté:

- Ahora que he echado a volar del nido… ¿significa que debo dejar de soñar?

Se río con los ojos e hizo una simpática mueca con la boca. Levantó la mirada, muy seguro de lo que iba a decir:

- ¿No crees que cuanto más alto y lejos vueles, aprenderás incluso a soñar realidades?

- ¿Soñar realidades? Qué contradicción.

- Lo contradictorio de ser feliz, mi joven amigo, es creer hasta la muerte en un sueño sin vida. Volar, conocer y ser humilde te hará soñar, es decir, desear lo posible sin dejar nunca de ser ambicioso. Nunca se ha de olvidar que hubo un día en el que toda nuestra realidad se reducía a un nido y que nuestras alas eran más bien un adorno. Pero el cielo es infinito, y las alas están para recorrerlo.


Solo pude soltar una sonrisa de satisfacción en aquel instante. Soñar realidades. Qué contradicción más acertada.


miércoles, 25 de marzo de 2015

Generación bisagra

Son sutiles, aunque constantes, los cambios que se dan en el día a día, y que se han dado entre estas última generaciones. Puede que la mía sea una “generación bisagra” que, aunque en parte no ha vivido de forma marcada un antes y un después del auge de la tecnología, ha crecido sumergida en una cultura capitaneada por los megabytes. Como todo, una parte de su impacto ha sido increíblemente positiva: ¿quién se iba a imaginar mandar en cuestión de un segundo o menos un mensaje a la otra punta de la Tierra? O trabajar con gente que ni siquiera conocemos en persona. Se trata de un mismo tipo de relaciones llevadas a cabo de formas diferentes. El impacto negativo es lo que no vemos los “privilegiados del primer mundo”, o lo obviamos. De todos modos este artículo no se va a centrar en este punto, ya hay millones de artículos rondando internet para criticarlo y esta vez no me voy a sumar. No por hacer oídos sordos, sino por enfatizar en otra de las caras del diamante.

Como miembro de la “generación bisagra” a la que pertenezco, tengo que decir que en muchas situaciones me he visto entre dos mundos: el real y el que las generaciones anteriores pelean por mantener a flote. No considero que esto sea bueno o malo en sí, solo que la forma de llevar a la práctica algunos criterios (buenos) ha cambiado de forma radical y ha pillado desprevenidos a muchos. Poco a poco veo que trabajamos para que las etiquetas que ponemos a los demás solo queden restringidas a las fotos de Facebook, que la vida no va de ser de derechas o de izquierdas porque se trabaja mejor con las dos manos y creando puentes, que “el otro” o “el de fuera” necesita empatía y comprensión antes que rechazo y que lo que trae consigo – cultura, religión, conocimientos y experiencias – no contamina nuestra feliz burbuja sino que la expande para enriquecerla hasta adquirir el tamaño del universo.

Lo llaman globalización. Son trece letras que abarcan un concepto que está marcando el siglo XXI. Es una ventana a la verdadera apertura y el diálogo intercultural, interreligioso y político. Todo esto suena muy bien, y cuanto mejor suena más responsabilidad conlleva. Demasiados prejuicios llevan sembrados durante siglos y que nos toca a nosotros reducirlos a cenizas, demasiada comodidad mental respecto a lo importante que debemos vencer en el día a día, demasiados “yo y los míos” y pocos “yo por el prójimo”. Es una oportunidad que, para muchos, se quedará grande porque van a rechazar este fenómeno que, a mi parecer, es inevitable. Si algo hemos aprendido de la vida es que hay que adaptarse y encauzar los cambios al mejor de los destinos, dejarnos ser “hijos de nuestra época”, aceptarlo y dignificarlo.

Una época exigente que necesitará gente exigente. Confío en que cuando oigamos “van un español, un americano, un árabe y sudafricano”, dentro de unos años, nos venga a la cabeza una simpática imagen de un grupo de amigos en vez del comienzo de un chiste. Confío en que, algún día, hagamos honor a lo que somos – seres humanos – y nos toleremos de verdad sin tropezar con la piedra de la hipocresía y caer en el pozo del relativismo. El esfuerzo comienza en nuestro interior para, luego, reflejarse en el mundo y los demás. Tampoco soy fan de que tengamos en mente conceptos gigantes y utópicos como “la paz mundial” o “erradicar el hambre en el mundo”, porque suenan muy bien pero su tamaño frustra, como es normal, a todo aquel que piensa en ellos y que se ve atado a su vida. La solución no creo que sea quedarse de brazos cruzados, sino haciendo pequeñas contribuciones personales diarias: una sonrisa para el otro, un saludo agradable, un pan para el que lo necesita, un “no pasa nada” al que se equivoca, y al “otro”, acogerle, porque quién sabe si tú lo serás mañana.


Algunos dicen que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, con nostalgia en su mirada. Puede que a veces sea verdad, pero ciertamente no es determinista. Yo prefiero decir “el presente es la oportunidad de mejorar el pasado y forjar un futuro más esperanzador”. Así que adelante, generación bisagra, este es nuestro partido y nos toca salir a la cancha a jugar. Vamos a darlo todo. 

jueves, 8 de enero de 2015

"Allahu Akbar"

Bismillah Ar-Rahman Ar-Rahim (En el nombre de Allah, el más Clemente y Misericordioso):

“Aquel que mate a una persona injustamente o por corrupción en la tierra es como si hubiera matado a la humanidad entera, mientras que aquel que salve a una persona es como si hubiera salvado a toda la humanidad” [Corán 5:32]

“[Sobre los creyentes]: son aquellos que no imploran a otro que no sea Allah y no matan a las personas (ya que la vida es sagrada) excepto por justicia (en defensa propia) ni cometen adulterio. Aquel que lo haga (adorar a otro que no sea Allah, matar injustamente o comete adulterio) se encontrará el infierno, se le multiplicará el castigo el Día del Juicio y vivirá ahí (en el infierno) eternamente… Excepto quien crea (renueve su fe), pida perdón y haga buenas acciones, pues Allah le cambiará sus malas acciones por buenas, ciertamente Allah es -Clemente y Misericordioso” [25:68-71]

“Allah es el más grande” (Allahu Akbar), gritaban ayer los terroristas “musulmanes” que entraron a matar en la revista satírica francesa ‘Charlie Hebdo’. 12 muertos. 10 heridos. Fastuoso, fantástico (cáptese la ironía). ¿Por qué? ¿Para vengar al Profeta Muhammad? ¿Para practicar la mal llamada Jihad – Guerra Santa? ¿Es un avanzo de los que va a hacer el “Estado Islámico” pronto en Europa? No. Me niego a creerlo.

Paremos el carro un segundo. Los musulmanes estamos de moda gracias a esta gentuza que va gritando una verdad (Allahu Akbar), porque es verdad que nada es más grande que Allah, pero acto seguido aprietan el gatillo o el botón del detonador para cargarse a un número determinado de inocentes (también llamado infieles según ellos). Y esto los medios lo han llamado “Guerra Santa” y lo han asociado a una de las más nobles palabras que conozco: Jihad (esfuerzo). Oímos hablar de “atentado islamista provocado por unos radicales” cada semana, nos plantan en la cabeza esta asociación: “islamista” – radical – atentado terrorista. Pero, ¿qué hay detrás de todo esto?

Alguno podrá pensar: El Corán, lo han malinterpretado. Acerca de la guerra, en un contexto bélico (eso, contexto bélico), Allah reveló lo siguiente en el Corán:

“Combatid a aquellos que os combaten en el camino de Allah pero no transgredáis, puesto que Allah no ama a los transgresores. Matadles (en defensa) allá donde los encontréis y expulsadles de donde os han expulsado. Matar es pecado, aunque una persecución injusta es aún peor que matar. No les combatáis cerca de la Mezquita Sagrada (de la Meca) hasta que os combatan; si lo hacen entonces matadles (defendeos), pues esa es la recompensa de los que no creen (y que por eso os atacan). En cambio, si desisten, sabed que Allah es siempre perdonador y es el más Compasivo. Seguid combatiéndoles (mientras os ataquen) en la manera prescrita por Allah hasta que cese la amenaza, y si desisten entonces sabed que la hostilidad solo se dará contra los que hacen el mal. [En los meses sagrados debe hacer abstención de guerra], pero si alguien os ataca, atacadle solo en la misma medida (defendeos), y temed a Allah y sed conscientes de que Allah está con aquellos que se guardan de violar los límites establecidos por Él” [2:190-194]. Esto es Islam: trabajar por la paz.

Hay algunos versos más* (que vienen a decir lo mismo) pero estos abarcan el criterio establecido: combatir para defenderse, no transgredir ni pasarse, y si el enemigo pide la paz se le debe conceder, evitando la masacre. La vida es sagrada y matar inocentes de forma injusta es pecado. Estos versos fueron revelados en contexto de guerra, por lo que es lógico que Allah permita a los creyentes defenderse dentro de los límites que establece, ¿o no? Para el que le interese, existe una ética musulmana para la guerra que dejaría a cualquiera maravillado, merece la pena echarle un vistazo (no permite matar mujeres, niños, ancianos, maltratar la vegetación, etc.).

Vayamos al kit de la cuestión: el porqué de este lamentable atentado. Aquí, según mi humilde opinión, se junta el qué consideramos libertad de expresión y el cómo se ha actuado frente a eso. “Libertad de expresión” no es sinónimo de decir lo que me da la gana y que el resto del mundo se aguante. No. Hay que ser inteligente en esta vida. Si sabes que tus formas de expresión son provocativas entonces piensa en cómo decir las cosas antes de decirlas. Esta gente sabe que los musulmanes amamos al Profeta Muhammad más que a nuestros padres y se dedican a caricaturizarlo, humillarlo y consecuentemente humillarnos a las más de 2 mil millones de personas que queremos a este gran hombre. ¿Qué haríais si se metieran con la persona que más queréis en el mundo y se pusieran a humillarle? Cada cual sabrá. En nuestra religión no hacemos representaciones de ningún profeta por respeto y amor a ellos (a todos ellos), y por supuesto que una caricatura de cualquier otro profeta nos indignaría, pero no debería llevarnos a matar inocentes de forma sistemática. Allah nos libre de ello. Eso sí, de ninguna manera podemos permitir que se llame al insulto (sobre lo que sea) “libertad de expresión”. No confundamos la tolerancia con la falta de criterio. El límite lo marca el respeto (con mayúsculas: RESPETO), y es un límite que es fácil de sobrepasar.

El atentado tuvo lugar por las últimas provocaciones de esta revista francesa, entre las cuales destaca una caricatura del jefe del “Estado Islámico”, y la portada de un polémico libro que describe una Francia en el futuro presidida por un musulmán. La motivación fue esa (y no la de vengar al Profeta), y aquí tenemos que aclarar algo sobre esta organización terrorista y su jefe: “Estado Islámico” está formado por unas 15-20 mil personas, que representan el 0.001% de la población musulmana mundial (o sea, casi nada). Uno no puede autoproclamarse califa sin que haya sido votado por la mayoría musulmana del mundo, así que por lo que a mí respecta ese hombre no es nadie (como para la mayoría de hermanos y hermanas musulmanes), y por él no vamos a movernos: no le queremos ni le querremos. Los que se han movido por él se estaban vengando por su lealtad hacia él, vestida de falso Islam. Esta gente de ninguna manera nos representa. Tienen sed de poder y destrucción únicamente, sin piedad, nada más alejado de ideología pacifica del Islam.

¿Cómo debería reaccionar un musulmán ante esta “libertad de expresión”? Lo primero buscar refugio en Allah y encomendarse a Él siendo pacientes, puesto que Él se encargará de proporcionar justicia sabiamente: “¡Oh vosotros que habéis creído! Apoyaos en la paciencia y la oración para buscar ayuda, ¡ciertamente Allah está con los pacientes!”. [2:153]. En segundo lugar, manifestarse de forma pública y pacífica, ya que es la manera que los musulmanes debemos tener de conseguir nuestros propósitos, sobre todo en territorios donde somos minoría y donde no se aplica nuestra preciada Ley. Y por último, siempre actuar respetando la vida, puesto que es sagrada. Conseguimos mucho más predicando con el ejemplo.

Quiero acabar este artículo condenando los atentados de París del día 7 de enero del 2015, que Allah tenga a las víctimas en Su misericordia y que acompañe a sus familias por estos momentos tan malos. Desde aquí, un musulmán (un sumiso a Allah que busca la paz) manda su más sentido pésame a los parisinos e invita a distinguir el verdadero Islam del “Islam” que nos venden estos impresentables terroristas.

Assalamu aleikom wa rahmatu-Allahi wa barakato 

Que la paz de Allah sea con vos, así como Su misericordia y bendiciones.


*(En este link se amplían los versos que hablan sobre la guerra en el Sagrado Corán, está en inglés muy bien explicado)