Una vez más, me encuentro triste, dudoso, quizás algo
melancólico y, sobre todo, rendido. Hasta ahora no me había parado a pensar qué
he hecho durante mi vida, simplemente me había dedicado a ser de utilidad a los
demás. (Me levanto y voy a lavarme la cara con agua fría en el baño)
Levanto la mirada, y aún con gotas de agua contorneando mi
rostro para desembocar en mi barbilla, mi mirada se cruza con la mía propia en
el espejo. Y me congelo por unos instantes. Prácticamente ya no importaba nada,
me sentía incómodo, confuso y utilizado. He dedicado mi vida, mi tiempo, mi
energía, mente y corazón a aquello que no ha hecho más que incurrir a mi vacío interior.
Y recuerdo cuando un día me miré a mí mismo, con ilusión y orgullo,
y me dije que cambiaría el mundo con lo que soy. ¿Acaso el mundo me ha
cambiado? ¿No he sido lo bastante fuerte?
Quizás llevo demasiado tiempo apostando al caballo perdedor,
¿es posible que no viese que me estaba agotando? ¿Tan distraído estaba que hasta
me olvidé de mí mismo? Sí que es cierto, con toda seguridad, que tengo algo
maravilloso que ofrecer al mundo.
Quizás esta vez deba a esperar a que el mundo me maraville. Hasta entonces, me preocuparé de alimentar mi alma hambrienta”
-Diario de un héroe-