“Sé que hace tiempo que no
quieres hablar conmigo. Me he dado cuenta de que cada vez que intento decirte
algo te enfadas y me das la espalda, me ahogas en un mar de rechazo y
obstinación, arrogancia y perdición. Cuanto más me callas, más grita ella. Solamente
soy una mediadora entre vosotros, no puedo hacer más que amonestarte por
perturbarle con tus actos. Pero, al final, quien decide si escucharme y
prestarle atención eres tú. Soy tu conciencia, y me temo que tu alma no podrá
aguantar mucho más tiempo el peso de tus actos”
Entonces
sentí una fuerte sacudida que paralizó mi corazón. De repente no sentía nada,
simplemente me encontraba flotando en un tiempo sin lugar y un lugar sin
tiempo. Entonces le vi, con el pecho hinchado de orgullo y una cara que
expresaba la satisfacción más absoluta, bello y sonriente, comenzó a hablarme
con voz aterciopelada:
- Veo que por fin me has encontrado.
+ Nunca te había buscado. Siempre he creído que eras parte
de mí.
- Y, efectivamente, lo soy. Aunque mi trabajo ha sido más
atractivo y sutil que esa que grita ahí dentro. He sido combustible de tus
pasiones y promotor de tus actos durante mucho tiempo, te he visto disfrutar y regocijar,
¿qué haces por aquí? ¡Sal ahí fuera y sigue con lo que estabas haciendo!
+ ¿Con lo que estaba haciendo? ¿Te das cuenta de la cantidad
de cosas que me has hecho hacer? Y siempre he creído que todo nacía de mí. Me
decías que lo bueno es ideal e inalcanzable, que estaba condenado al fracaso,
¡y te creí!
- A eso llamo yo un trabajo bien hecho. He sido infalible,
reconócelo. Pero todo hay que decirlo, yo jamás te obligué a nada. ¿Recuerdas
cuando te dije que no pasaba nada por probar? ¿O cuando te decía que no tienes
edad para pensar sino para disfrutar? ¿Acaso te obligué a algo? Tu y yo sabemos
que no. No trates de culparme, yo solo te hablaba y tú decidías a quien
escuchar.
No pude
evitarlo más, le golpeé y le encadené, suspiré con las manos en la cabeza y el
estómago en un puño. Había sido víctima de mí mismo y no me había dado cuenta,
me dejé engatusar por sus palabras y me dejé llevar por mis pasiones. Qué
estúpido fui al pensar que él conformaba todo mi ser, ahora me doy cuenta de
que aspiro a mucho más que sus promesas atractivas aunque vacías: puedo estar
por encima de él. Le golpeé de nuevo y sonrió, me miró fijamente y me dijo:
- Sin mí tu vida no tiene sentido.
Le
contesté:
+ Sin mí, tu vida es la que no tiene sentido. Tu voz ya no
tiene cabida en mí, abandonaré el camino por el que me has llevado para no
volver jamás. Desde hoy quedas desterrado para siempre.
Le
encerré y fui a buscarla, sabía que estaba en alguna parte de mí. Por fin la
encontré, desgarrada, dolida, aunque con una mirada de infinita profundidad y
luz, y la abracé como si hubiera encontrado el tesoro más valioso del universo.
Sentí que mi corazón volvía a latir con fuerza, por fin abandoné la oscuridad
que me infectaba y la ansiedad que me atormentaba. Por fin volví a la vida.
“Los valientes son una especie en peligro de extinción. Seamos
valientes en espíritu y firmes en la constante lucha interior por el bien y la
virtud”