Cuando miro atrás, que lo hago frecuentemente, y analizo mi vida, encuentro
que definitivamente existió un momento en el que la vida rompió las puertas de
un sueño que llevaba durando demasiado tiempo. ¿Era feliz entonces?
Indudablemente era una felicidad equiparable a la de un morador del desierto
que se alegra de ver el espejismo de un oasis: totalmente vacía. Me viene a la
cabeza la película “Matrix”, y creo que en cierto modo refleja de una manera sencilla
y precisa la sociedad en la cual vivimos: la gente está cada vez más enamorada
de los placeres mundanos, vive felizmente anestesiada ya que no siente dolor ni
se sobresalta. He hecho referencia a “Matrix” porque realmente hay algo que la
gente no está dispuesta a conocer: su misión. El protagonista Neo descubrió que
su misión era la de salvar a los humanos de las máquinas, y despertó de su
burbuja; el mundo terrenal pasó a ser algo totalmente insignificante.
“Los dos días más
importantes de tu vida son el día que naces... y el día que descubres por qué”
(Mark Twain), esta es una cita que debería hacer al mundo reflexionar: ¿para
qué he nacido? Indudablemente no hemos sido creados para ser meras marionetas
de la sociedad o esclavos de ideologías vacías; tenemos que descubrir qué
podemos hacer por nosotros mismos y el mundo, y la herramienta para ello es el
acto y el hábito de pensar.
La figura del pensador
ya no es lo que era. Antes tenía un papel más que merecido en la sociedad,
mientras que hoy en día pensar se ha convertido en una actividad antigua y sin
ningún reconocimiento. Esto sólo a nivel social. A nivel personal es
exponencialmente más satisfactoria, puesto que para pensar se debe hacer la
mejor venta de todas: vender el mundo para ganarse uno a sí mismo. Cuantas
historias magníficas hemos escuchado o leído, de personas que en esencia
hicieron esa venta. En cambio ahora triunfan las historias de las vidas vacías
de personas que han dado sentido a su vida con los placeres mundanos. Se ha
dicho “adiós” a lo trascendente, se ha tapado el firmamento con rascacielos y
vicios, se han encadenado los pensamientos y ahogado los sentimientos puros.
Me di cuenta hace
tiempo de que el ser humano nace con una semilla en su corazón, que llama a lo
infinito, es insaciable y exigente. Tratar de calmar esa hambre con cualquier
cosa que podamos encontrar en el mundo terrenal no es suficiente. De ahí nacen
los vicios, los malos hábitos: de querer saciarse inútilmente. No se le debe dar
agua al hambriento ni comida al sediento, y en general se comete el grave error
de cuidar el cuerpo y dejar de lado el alma. Pienso que si todos nos diéramos
cuenta de que somos algo más que huesos y carne, el mundo y el propio ser
humano adquirirían un valor diferente, mejor; si adquirimos como prototipo a
las personas que cambiaron el mundo – sobre todo los profetas –, podríamos
utilizar el pensamiento como herramienta para hacer de este un mundo mejor, y
saciar el alma con la infinidad del Creador.
El mundo es un
reflejo de las ideas. Las ideas se forjan pensando
#ClavesDelPensamientoActual
No hay comentarios:
Publicar un comentario